Debo confesar que me tomó de sorpresa el Premio Nobel de Economía que la Academia Sueca acaba de conceder a los economistas Joel Mokyr, Peter Howitt y Philippe Aghion por sus trabajos sobre cómo la innovación estimula el crecimiento económico. No porque no crea firmemente que lo que necesitamos es ser una sociedad más innovadora, sino porque a veces se considera a la innovación como algo solamente de empresas, diría como temas de microeconomía. En esa línea, quizá en algún momento Ricardo Hausmann gane un Nobel por su teoría de la complejidad económica.
Clayton Christensen demuestra que la verdadera prosperidad proviene de la innovación que crea nuevos mercados y oportunidades, no de la ayuda externa.

La innovación me llegó de repente de manos (y libros) de Clayton Christensen, con sus ideas sobre Innovación Disruptiva. En su libro “La paradoja de la prosperidad: Cómo la innovación puede sacar a los países de la pobreza” nos muestra que es la innovación y no la ayuda externa lo que permite a los países su desarrollo económico. Los países prosperan por las innovaciones que incorporan nuevos mercados. Por eso la paradoja es que cuando se intenta combatir a la pobreza directamente, menos se logra; pero cuando más se fomenta la innovación más se combate a la pobreza.
De los 3 economistas mencionados me referiré a Phillippe Aghion quien, junto a Antonin y Bunel, tiene un libro estupendo: “La destrucción creativa: Cómo la innovación económica impulsa el cambio social”.
El reciente premio Nobel de economía, sugiere en este libro que el verdadero motor del progreso es la destrucción creativa. Y esta es el resultado de nuevas tecnologías sustituyendo a otras, haciendo que las empresas que no tengan la capacidad de sobrevivir por los cambios desaparezcan, y que sean reemplazadas por otras que generan crecimiento y desarrollo.
Aghion señala que hay la necesidad de tener un nuevo paradigma para explicar el crecimiento económico. Hace una revisión del modelo neoclásico basado en la acumulación de capital, y en especial pasa revista al modelo de Solow en donde el crecimiento es posible gracias al crecimiento del stock de capital y este a su vez de la tasa de ahorro en la economía. Explica que el problema son los rendimientos decrecientes, por lo que se necesita no únicamente de capital sino de tecnología para lograr productividad.
Tomando las ideas de Schumpeter, quien acuñó el concepto de destrucción creativa, Phillippe Aghion esboza el modelo de crecimiento económico basado en la innovación, y que se sintetiza en 3 ideas:
- Los nuevos avances y descubrimientos tecnológicos son los requerimientos clave para un crecimiento económico sostenible. Por lo tanto, políticas públicas que promuevan la educación, la ciencia y la investigación, así como el financiamiento de la innovación se hacen necesarias.
- Es vital motivar a los empresarios que trabajen en la innovación de sus procesos y productos. Y como muchos temas en economía, la innovación responde según los incentivos sean positivos o negativos. Por lo tanto, el Estado debe ser un protector de los derechos de propiedad intelectual, y también promover beneficios tributarios a las empresas innovadoras, para lograr esta actitud innovadora.
- La nueva innovación hace obsoleta la tecnología antigua y la “destruye”, pero ocasionando la “creación” de nuevas empresas. Por ello, para evitar que las nuevas innovaciones sean combatidas por las empresas existentes o dominantes, el gobierno debe proteger y auspiciar la competencia, y evitar situaciones monopólicas u oligopólicas.
La innovación genera destrucción creativa, por lo que el Estado debe garantizar la competencia y evitar monopolios que bloqueen el surgimiento de nuevas tecnologías.
Aghion hace una revisión de la correlación entre innovación y productividad y muestra que existe una correlación positiva. Es decir, los países que más innovan tienen más productividad y por lo tanto mayor crecimiento. Es provocativo el gráfico en donde muestra la correlación positiva entre el PIB per cápita y las patentes, ya que cuando uno mira el número de patentes registradas en Ecuador, se explicaría -bajo esta óptica- nuestro poco crecimiento en el PIB per cápita.
En resumen, hay 3 elementos esenciales: Competencia, Instituciones y Educación.
La competencia genera creatividad y esta innovación. Sin competencia las empresas no van a estar incentivadas a cambiar. No pondrán nuevas ideas en práctica. Por eso economías y mercados con rasgos oligopólicos van a tener un freno natural en la innovación.
Instituciones sólidas y protección a la propiedad. Sin instituciones, las empresas no innovarán o lo harán de forma calculada. Nunca veríamos la innovación disruptiva. Solamente en un ambiente de protección a la propiedad tendríamos empresas más innovadoras.
Educación es el tercer elemento. Mejor entendido como inversión en el capital humano, en el conocimiento. Si no mejoramos nuestras capacidades educativas en matemáticas y sistemas, no tendremos gente preparada para cambiar el estatus quo.
Finalmente, la gran pregunta que Aghion trata de contestar en su libro es ¿por qué el Estado tiene que intervenir creando un ambiente favorable a la innovación? ¿Por qué no dejamos que sean las empresas a través de la competencia que lo haga? Porque la misma dinámica competitiva hará que las empresas con mayor dominancia en el mercado impidan el surgimiento de nuevas tecnologías, para evitar que esa nueva creación las destruya.
Desde hace algún tiempo he estado diciendo en todas mis conferencias que hay que apostarle a la innovación: “Si dices que eres una empresa que fomenta la innovación, muéstrame el organigrama” Es una forma de entender si el compromiso de los gerentes es filosófico o realmente están apostando por ella. Ese compromiso debe ser incentivado por las políticas públicas, a quienes finalmente les interesa el crecimiento y bienestar de la población.
La Real Academia Sueca nos ha recordado a un país que quiere salir de un crónico débil crecimiento económico, que ¡la Innovación es el nombre del juego!!
